viernes, 2 de enero de 2015

Estaba ahí, quieta como un cactus en medio del patio de una señora solitaria, pensando en las miles de posibilidades que la vida podía traer mientras caminas por Plaza de Armas a las diez de la noche.
-Ni tanto- me decía olfateando el olor a orina tan característico de Santiago. -Eso es lo triste- pensaba -Que en Santiago de Chile la vida no puede pasar en otro pulso. Las notas siempre van a ser las mismas, los compases serán siempre tan jodidamente idénticos a los de años atrás, las caminatas nocturnas nunca serán más interesantes que otras veces. Eso es lo triste, que en Santiago todo ha sido exactamente igual desde hace demasiado tiempo-
No quise dedicar más tiempo a los placeres de mi mente, preferí buscar un algo antes de que mis oídos se hincharan por dentro.
Llegué hasta Parque Forestal de pura casualidad, ahí vi rápidamente la silueta de alguien conocido.
Los hola de costumbre, no te esperé llegar, yo tampoco, qué andas haciendo por acá. El parloteo típico de dos ciudadanos típicos.
-Tengo una vaga idea de lo que puede significar realmente una fecha así- me dijo mirando hacia el suelo, luego sonrió y agregó -Puede que no conozca el verdadero significado que tienen todas esas festividades porque sí-
-Deberías invitarte un café algún día-

No comprendo por qué dicen que la ciudad es una mujer. La ciudad jamás podría ser una mujer y de serlo ha de ser una bastante estúpida.

-¿Te ofrezco algo?- me invitaba a pasar con un gesto cordial -Tengo muchas cosas dulces-
-Me encanta-
Y así era, lo casual me encantaba, la situación me encantaba, él también me encantaba.